sábado, 4 de febrero de 2012

Primum vivere deinde philosophari



    La frase del título se la suele atribuir a Hobbes, aunque hay otras similares y de idéntico sentido, de mucha más edad. “¡Primero vivir y después filosofar!” es el punzante argumento con el que se suele apremiar a los que se dedican a la vida contemplativa. Es que la vida se parece –según el parangón de Pitágoras- a los juegos que se desarrollan en un estadio (hoy podríamos decir, aggiornando y empobreciendo bastante la comparación, que se parece a un partido de fútbol): algunos acuden a ella a competir, a jugar, (son los que se afanan en la labor y el trabajo); otros a comerciar (los que buscan, ante todo, ganancias económicas); y los que van simplemente en calidad de espectadores (los filósofos). El principal (si no el único) interés del filósofo sería entonces contemplar la vida cual si fuese una pieza teatral que se representa delante de él, y cuyo sentido intenta descifrar.
Esta actitud o modo existencial, suele a veces (nunca en todos los casos) encontrar límites extremos. Así nos lo muestra con digna licencia poética Alex de la Iglesia, quien nos regala una exquisita escena que, más allá de cualquier argumento de rigorismo histórico, nos muestra el estado de “solitud” (según una denominación de Hannah Arendt) o de ensimismamiento en que suelen sumirse los grandes filósofos al momento de concebir sus geniales ideas. Tales, Sócrates, Arquímedes, Kant, y una larga lista de etcéteras fueron ejemplo de ese éxtasis. La solitud, dice Arendt, se diferencia de la soledad, pues en esta última se siente carencia de la compañía de otros hombres; mientras que en la primera, hay una re-flexión sobre uno mismo, y cuya única manifestación es una evidente falta de atención al entorno exterior. En solitud, el hombre se extasía en sus cavilaciones, dialoga consigo mismo despreocupándose de su existencia (su mero ser o no ser) y “ec-siste” en sus pensamientos (utilizo ahora una categoría de Heidegger, para quien ec-sistir es salirse a la búsqueda de la verdad del ser). 
     En este caso es Ludwig Wittgenstein quien se encuntra en medio de la Primera Guerra Mundial, escribiendo en las trincheras su Tractatus Lógico-Philosóphicus, mientras el enemigo toma por las armas sus posiciones y él cae en sus manos. Wittgenstein terminaría su obra en un campo de prisioneros. 
 
 En esta otra seguidilla de fragmentos de video, el virtuoso director Roberto Rossellini recrea los últimos momentos en la vida de Sócrates. Allí aparecen Jantipa, la esposa de insufrible carácter, y Critón, el amigo que había urdido un plan para la fuga del maestro y que éste rechazara enérgicamente. Sócrates fue condenado a beber la cicuta, acusado injustamente de impiedad y de corromper a la juventud con sus enseñanzas, a las que, pese a todo, se mantuvo fiel hasta el final.

  

                                               

 Cabe aclarar que este hilo es una continuación a los comentarios de "La venganza de Tales", lugar al que remito para mayores precisiones. http://recopilacionesmasb.blogspot.com/2012/01/la-venganza-de-tales.html

6 comentarios:

  1. Filosofar comenzo en Grecia, cuando los pensadores comenzaron a preguntarse, sorprenderse, admirarse de cosas particulares de la vida. A diferencia de los pensadores actuales, ellos tenian tiempo, podian disfrutar del placer del ocio para dedicarse al acto contemplativo,todo ello con el fin de encontrar respuestas a esas grandes preguntas. Es cierto tambien que los intereseses eran otros, no tenian la obligacion de introducirse al vertiginoso mundo del trabajo, de los negocios, de las obligaciones..Esa seria la gran diferencia que quiero destacar entre los pensadores de la antiguedad y los actuales, (entre los cuales te incluyo a vos Mariano, porque ya sabes que tu genialidad me sorprende a diario). Si yo hoy, hipoteticamente fuera un filosofo, y me preguntaran que orden o prioridad pondria en mi vida, si ''vivir'' o ''filosofar'' seguramente elegiria primero ''vivir'' y disfrutaria de las satisfacciones que trae aparejado el desafio de vivir. Luego elegiria la dificil tarea de''Filosofar'' no porque sea menos importante, sino porque tratando de encontar respuestas a todo, buscandole el sentido a cosas abstractas,cayendo en el extasis propio en el que caian los filosofos por el placer mismo que sentian al estar pensando, seguramente me estaria perdiendo otras cosas valiosas. Particularmente aplicaria el Empirismo(los conocimientos se originan con la experiencia)en todos los aspectos de la vida. El caso extremo de estar filosofando todo el tiempo, me llevaria seguramente a recordar y lamentar al final de mis dias, la frase del poeta Jorge Manrique que dice'' Como se pasa la vida, como se viene la muerte, tan callando''...la muerte me sorprenderia filosofando, sin haber vivido, y ya seria demasiado tarde.
    Es por eso que dejo abierto el desafio para nuestros filosofos actuales, comprobar si podrian ''vivir'' y ''filosofar''simultaneamente. Por eso sorprendeme! yo se que tu sabiduria le demostrara al mundo que eso es posible.

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    1. "Primero vivir y después filosofar" podría significar algo obvio: Para poder filosofar, primero hay que estar vivo. O podría querer decirnos que primero deberíamos atender las necesidades básicas, vitales, del neg-ocio (conseguir el alimento, el abrigo, la protección, etc. etc.) para después, en los ratos de ocio, sentarnos a pensar. O tal vez, que no se puede filosofar sobre determinados asuntos si primero no se los ha vivido, no se los ha experimentado.
      Hay quienes dicen con Aristóteles "¿Hay que filosofar?, pues filosofemos. ¿No hay que filosofar?, pues filosofemos"; con lo cual se quiere indicar que para afirmar o negar la necesidad de filosofar, hay que filosofar. Pero lo cierto es que por esta bendita tierra pasan infinidad de hombres que viven en la completa inautenticidad sin mayores preocupaciones (Vuelvo a Heidegger. La inautenticidad es la del “se”. Hago tal cosa “porque así se hace”, digo tal cosa “porque así se dice”, etc.), o viven en esa minoría de edad de la que Kant nos apremia a salir, y en la que otros piensan y deciden por nosotros qué hacer, qué decir, cómo vestir, qué libros leer, a qué lugares de esparcimiento ir, qué programas mirar, en qué dios creer, etc. Vivir, hay que vivir; el tema es cómo. ¿Una vida inauténtica, en perpetua minoría de edad? ¿O una vida reflexiva y meditada? ¿Una vida orientada solamente a conseguir, juntar, acaparar y acumular riquezas, fama, placer, poder? ¿O una vida como la que quiere Manrique? Ya que el poeta nos invita a reflexionar sobre la vida y la muerte de quienes disfrutaron del placer inútilmente y de los que se vieron despojados de toda riqueza y fama en la sepultura. Clama el poeta para que

      “Recuerde el alma dormida,
      avive el seso e despierte,
      contemplando
      cómo se passa la vida;
      cómo se viene la muerte
      tan callando;
      cuán presto se va el plazer;
      cómo, después de acordado,
      da dolor;
      cómo, a nuestro parescer;
      cualquiere tiempo passado
      fue mejor”

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    2. Con respecto a tus esperanzas de ser sorprendida alguna vez, te responderé con los versos de Fernando Pessoa:

      "Tabaquería" (fragmentos)

      No soy nada.
      Nunca seré nada.
      No puedo querer ser nada.
      Aparte eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
      (…)
      Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
      Estoy hoy lúcido, como si fuese a morirme,
      y no tuviese más hermandad con las cosas
      que una despedida, (…)
      Estoy hoy perplejo como quien pensó y encontró
      olvido.
      (…)
      Del aprendizaje que me dieron,
      me descolgué por la ventana de detrás de la casa.
      Fui hasta el campo con grandes propósitos.
      Pero allí encontré sólo yerbas y árboles,
      y cuando había gente era igual que la otra.
      (…)
      ¿Qué sé yo de lo que seré, yo que no sé lo que soy?
      ¿Ser lo que pienso? ¡Pero pienso ser tantas cosas!
      ¡Y hay tantos que piensan que son lo mismo que no
      puede haber tantos!
      ¿Genio? En este momento
      cien mil cerebros se conciben en sueños genios como
      yo,
      y la historia no destacará ¿quién sabe?, ni tan solo uno,
      ni quedará sino estiércol de tantas conquistas futuras.
      No, no creo en mí.
      ¡En todos los manicomios hay locos trastornados con
      tantas certezas!
      Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto
      o menos cierto?
      No, ni en mí...
      ¿En cuantas buhardillas y no buhardillas del mundo
      no estarán a esta hora “genios-para-sí-mismos” soñando?
      ¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
      —sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,
      Y quién sabe si realizables,
      nunca verán la luz del sol real ni encontrarán oídos
      de gente?
      El mundo es para quien nace para conquistarlo
      y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque
      tenga razón.
      He soñado más que lo que Napoleón hizo.
      He apretado al pecho hipotético más humanidades
      que Cristo,
      he escrito en secreto más filosofías que ningún Kant
      escribió.
      Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
      aunque no viva en ella;
      seré siempre “el que no nació para eso”;
      seré siempre sólo “el que tenía cualidades”;
      seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta
      junto a una pared sin puerta,
      y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
      y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
      ¿Creer en mí? No, ni en nada.

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    3. (…) conquistamos todo el mundo antes de levantarnos
      de la cama;
      pero despertamos y él es opaco,
      nos levantamos y él es ajeno,
      (…)
      (Come chocolates, pequeña;
      ¡come chocolates!
      Mira que no hay más metafísica en el mundo sino
      chocolates.
      Mira que las religiones todas no enseñan más que
      la confitería
      ¡Come, pequeña sucia, come!
      ¡Pudiera yo comer chocolates con la misma verdad
      con que los comes!
      Pero yo pienso y, al sacar el papel de plata, que es
      de hojas de estaño,
      lo tiro todo al suelo, como he tirado la vida.)
      Pero al menos queda la amargura de lo que nunca seré,
      la caligrafía rápida de estos versos,
      pórtico quebrado ante lo Imposible.
      Pero al menos me consagro a mí mismo un desprecio
      sin lágrimas,
      noble al menos en el gesto ancho con el que tiro
      la ropa sucia que soy, sin un papel, al decurso de las cosas,
      y me quedo en casa sin camisa.
      (…)
      Hice de mí lo que no supe,
      Y lo que podía hacer de mí no lo hice.
      El disfraz que vestí estaba equivocado.
      Me conocieron en seguida por quien no era y no
      lo desmentí, y me perdí.
      Cuando quise quitarme la máscara,
      estaba pegada a la cara.
      Cuando me la quité y me vi al espejo,
      ya había envejecido.
      Estaba borracho, ya no sabía vestir el disfraz que no
      me había quitado.
      (…)
      Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta
      y se quedó a la puerta
      (…)
      Él morirá y yo moriré.
      Él dejará el letrero, yo dejaré versos,
      En determinado momento morirá el letrero también,
      y los versos también.
      Después de determinado momento morirá la calle
      en donde estuvo el letrero,
      y la lengua en la que fueron escritos los versos.
      Morirá después el planeta girante en que todo esto pasó.
      En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa
      como gente
      continuará haciendo cosas como versos y viviendo
      por debajo de cosas como letreros,
      siempre una cosa enfrente de la otra,
      siempre una cosa tan inútil como la otra,
      siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
      siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño
      de misterio de la superficie,
      siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni otra.

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  2. No se dice "delante suyo", lo correcto es "delante de él",

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